Queridos lectores de CB27.com, os invito a descansar unos momentos de las cuestiones del día a día de vuestra afición y tal vez también, en algunos casos, a activar unos pocos recuerdos. Os propongo realizar un pequeño repaso de la presencia que la afición a la radio ha podido tener en las “obras de ficción” del siglo que la vio desarrollarse. Por obras de ficción entenderíamos principalmente relatos, cómics, telefilmes y películas. Y buscaríamos ante todo alusiones a la Banda Ciudadana a partir de su “boom” a mediados de siglo, sin desdeñar por eso otras alusiones a la radioafición en fechas anteriores, e incluso a la escucha en general; descartando, eso sí, los demás servicios de comunicación inalámbrica. La idea sería esbozar cómo la cultura popular y la industria del entretenimiento nos han visto y reflejado.
¿Comenzamos, pues?
Echando la vista atrás a la primera mitad del siglo XX nos encontramos, en el año 1930, con un cortometraje cómico: “Hog Wild” o “Radiomanía”, en español, de los entrañables Stan Laurel y Oliver Hardy. Testigos de la expansión de la radiodifusión en aquella temprana época, el Gordo y el Flaco viven sus peripecias intentando montar un hilo largo entre dos vistosos mástiles en el tejado de la vivienda unifamiliar del primero, ubicada en algún lugar de Los Ángeles, California, para que su mujer pueda captar emisoras del Japón.
Interesante documental es el estadounidense “Radio Hams” (“Radioaficionados”) de 1939, que destaca su intervención en situaciones de emergencia, y concretamente en dos casos que escenifica: accidente doméstico, y pérdida de una aeronave. Son diez minutos no exentos de humor y que merece la pena visualizar.
En cuanto a relatos, recuerdo personalmente dos libros de aventuras escritos en el Reino Unido que ya eran veteranos cuando los leí –calculo que datan de los años cuarenta y yo pertenezco a la generación de los sesenta– publicados en España por la Editorial Molino: uno de ellos, de la autora Enid Blyton para su serie Aventuras, y otro del autor Anthony C. Wilson para la serie de Norman y Henry Bones. Estas novelitas curiosamente presentan falsos radioaficionados, sujetos que se presentan como tales pero en realidad utilizan las ondas para el espionaje o la comunicación con grupos delictivos y que, por supuesto, acaban recibiendo su merecido. Menuda imagen. Estaba quizá demasiado cerca la segunda guerra mundial y sus historias de sabotajes… Más o menos por las mismas fechas, hacia 1949, se publicaba el relato corto de ciencia-ficción “La dalia de cobre”, del británico Gerald Kersh, donde se cuenta cómo un aristócrata que llena su ocio montando complicados receptores (“oigo las cosas que los radioemisores aficionados envían por sus transmisores de construcción casera”, dice) se encuentra un día con una emisión en morse de origen extraterrestre que anuncia a la Tierra el próximo y seguro fin de la humanidad; humanidad para la que no es más que un chiflado que intenta día y noche en vano volver a sintonizar aquella emisión, redimensionando una y otra vez la bobina de cobre que da nombre al relato.
Llegamos a los años cincuenta y, a punto de irrumpir en el escenario la Banda Ciudadana, las referencias a la radiocomunicación van siendo más abundantes. Ante todo, resulta obligado citar la película francesa de 1955 “Si tous les gars du monde” (“Si todos los hombres del mundo”), basada en la novela homónima de Jacques Remy, que obtuvo un premio especial de las Naciones Unidas. Un radioaficionado francés recibe la llamada angustiosa de un pesquero cuya tripulación ha caído gravemente enferma y consigue poner en marcha, con la ayuda de colegas alemanes, una cadena internacional de salvamento con final feliz.
En 1956 la aventura “El asunto Tornasol”, un álbum del conocido personaje Tintín, dibujado por Hergé, incluye una comunicación entre el capitán Haddock y un radioaficionado que resulta ser nada menos que el pelmazo agente de seguros Serafín Latón. El carácter bobalicón del personaje no beneficia mucho a la figura del operador aficionado, ¿no creéis?
Y, con los años sesenta, llegó el auge de la comunicación en los 27 MHz. Comenzaba un fenómeno social al que las obras de ficción no serían insensibles. Si os parece, saquemos por ejemplo de nuestro estante alguna novela de aventuras de la época. Y es que, en una aventura en condiciones, no es raro que los protagonistas aprovechen la radio de uso más o menos libre para comunicarse a distancia: es lo que sucede con la excelente serie de libros juveniles “Alfred Hitchcock y los Tres Investigadores”, que cubre dos décadas y media a partir de su creación por el norteamericano Robert Arthur. Publicada en España por Molino, esta serie merece una mención especial porque el uso de transmisores de CB está explícitamente reconocido y hasta explicado con cierto detalle. En “El misterio de la momia”, por dos veces los jóvenes investigadores intentan pedir auxilio al exterior en situaciones comprometidas mediante pequeños “walkie-talkies” de construcción casera, tropezándose con el problema de su corto alcance o de la incomprensión de otros usuarios. En “El misterio del Ojo de Fuego” unos delincuentes utilizan radioteléfonos potentes para estar en contacto; el autor menciona que esos aparatos precisaban licencia, si bien aquellos no prestaban atención a este pequeño detalle… Os confieso que en el origen de mi propia afición a la radio algo tuvieron que ver estas lecturas.
Los niños pudieron ver, también en aquella década, una tira cómica de los famosos “Picapiedra”, en la que Pedro corre una aventura con su equipo de 27 MHz (“Chiquilladas en TV”, año XIV, nº 1.186).
Retrospectivamente (pues recrea la fallida expedición ártica del explorador Nobile allá por 1928 nada menos, el filme “La tienda roja” (1971), trata el tema de la radio. Se trata de una producción italo-soviética dirigida por Mijaíl Kalatozov. En ella se destaca la intervención del radioaficionado que captó la llamada de socorro de los tripulantes del dirigible “Italia”, estrellado en una isla de las Svalbard. De nuevo los operadores aficionados y su colaboración altruista: una constante que nos acompañará hasta nuestros días. Más información en este enlace.
Otra película, española esta vez, da fe del auge de la Banda Ciudadana en la España de los años setenta: “La llamaban La Madrina”, de Mariano Ozores, con Lina Morgan. La cosa va de panda familiar dedicada al latrocinio, reconvertida en academia de rateros: es simpática la escena del abuelo impartiendo instrucciones desde casa por un “walkie” de buen aspecto.
A partir de aquí, me referiré a producciones de la industria estadounidense. Qué duda cabe que la Banda Ciudadana representa un anhelo de autonomía y libertad personales muy en consonancia con el talante de la sociedad de aquellas tierras, y esto se refleja en las series de TV y en las películas de acción y aventura.
Así, estrenada en España en 1976, “Movin’ On” (“En ruta”) era una serie de carretera a cargo del actor Claude Akins en el papel del camionero Sonny Pruitt. Se dice que los productores se asesoraron para asegurarse de que el entorno del oficio que iban a retratar fuera lo más auténtico posible, y por eso no faltaba, en la cabina del camión, un micrófono bien a mano.
Otro tanto puede decirse de “2-40 Robert”, serie de patrulla policial en torno a la autopista del Pacífico, donde las radiocomunicaciones estaban a la orden del día; más de un cebeísta adoptaría ese título como distintivo de guerra a finales de los setenta. Fue estrenada en España por TVE en febrero de 1980.
Para la gran pantalla se me ocurre citaros dos producciones cuyas referencias he conseguido gracias a Museo CB y que muestran la agilidad de los enlaces entre camioneros: “Breaker breaker” (“El poder de la fuerza”) es la primera, dirigida por Don Hulette y protagonizada por Chuck Norris en 1977. La segunda es “Convoy”, de Sam Peckinpah, que en 1978 y con la participación de Kris Kristofferson y Ali McGraw nos sumerge en persecuciones, desafíos vía radio y enredos varios con comunicaciones constantes. Menos alocada resulta “Citizens Band” (1977), de Jonathan Demme, una comedia con buenas críticas y escasa taquilla en la que las radios de la CB proporcionan una conexión humana entre las vidas de una colección de personajes variados.
Volviendo a los “walkie-talkies”, no podemos pasar por alto los que aparecen en la ya clásica trilogía filmográfica “Regreso al futuro”, de Robert Zemeckis, tan repuesta en televisión. En la parte II (1989) el doctor Emmet Brown se hace con una pareja de radioteléfonos, concretamente de la marca “Archer Space Patrol”, que adquieren una importancia fundamental en la resolución de las escenas de persecución (y habría que añadir: a los que se les dota de un alcance realmente inverosímil). Técnicamente resulta probable que se trate de aparatos miliváticos de la banda de los 49 MHz.
En 1990 apareció “Temblores”, filme de ciencia-ficción sin muchas pretensiones y con ciertos toques de humor, que también suele ser objeto de frecuente reposición. En un pueblo aislado en el desierto norteamericano de Nevada, sin infraestructura telefónica, los vecinos se enfrentan a una peligrosísima criatura subterránea con aspecto de gusano gigante. Resulta crucial el momento en el que dos grupos de protagonistas, aislados entre sí, se comunican la estrategia de lucha contra el monstruo a través de una emisora base y un walkie-talkie de Banda Ciudadana bastante creíbles.
Hasta aquí he podido llegar en mi recopilación de CBficciones del siglo XX. No pretende ser exhaustiva y probablemente vosotros conoceréis más casos.
Espero que al menos os haya resultado entretenida.
73 cordiales y, por supuesto, quedo QRV.
Alfredo Fernández Magdalena
EA1BCS
Gijón, febrero de 2014
Una recopilación fabulosa, esperemos que Alfredo, siga con su búsqueda.
Una recopilación fabulosa, esperemos que Alfredo, siga con su búsqueda.
Fantástica recopilación. Gracias compañeros
se te olvida el film frecuency en el que un policia usa la estación de radio de su difunto padre (no se si es de onda corta o CB) y debido al fenomeno de aurora boreal que se presenta en la zona norte de los estados unidos realiza una comunicación via radio hacia el pasado, hablando con su propio padre en el pasado cuando estaba vivo y le advierte sobre su cercana muerte con las consecuencias que todos sabemos cuando se altera la lina natural del tiempo